La primera vez que visité una entidad de gestión de residuos, quedé impactada. Era un paisaje que siempre había asociado a imágenes virtuales, a documentales catastrofistas y apocalípticos que no tenían nada que ver con mi día a día. Era una realidad escondida a tan solo unos pocos kilómetros de mi casa.
Había tenido que visitar el lugar varias veces ya que en aquella época colaboraba con la entidad en un proyecto impulsado por la empresa para la que trabajaba. Cada vez que lo hacía, pensaba en lo bien escondida que estaba aquella realidad para mi mundo y para el resto de personas.
¿Qué escondemos aquí? Son ropas, que ya no me sientan bien, que me aborrecen, que se desgastaron, que se pasan de moda…Son electrodomésticos, que se me estropearon y no reparé, que se quedaron obsoletos, que envejecieron… Son muebles, que ya no me caben en casa, que me canse, que ya no pegan con mi estilo… Son vergüenzas. Y no tienen ningún tipo de control.